lunes, 13 de diciembre de 2010

Las decisiones y las despedidas.



Algo interesante con las decisiones es que una vez tomadas traen como consecuencia en muchas de las veces la toma de mas decisiones, como un trenzado extraño de decisiones ineludibles que nos llevan a tejer una cuerda llamada vida en la que cada tejido hecho es por así decirlo, muy definitivo… INALTERABLE.

Manchamos un oleo sin tener borrador, solo mas pintura y de ahí partimos nuevamente en la toma de decisiones.

Tú decides mentirme o decirme la verdad, yo decido alejarme o quedarme, tú decides dejarme ir o buscarme, tú decides seguir con tu vida o yo decido seguir con la mía, decidimos dejar que pase el tiempo o no , que sople el viento o que se detenga con un simple aliento, que las hojas caigan o que vuelvan a salir, decidimos intentarlo con alguien más o no, decidimos formalizar o terminar, formar una familia o deshacerla, decidimos entre permanecer o irse, entre escalas de grises decidimos viendo en blanco y negro, decidimos… constantemente, inevitablemente, de forma inalterable y acabamos sin más remedio tejiéndonos una vida.


Tu vida, mi vida, la nuestra o la de cada quien.


Nunca podemos tener la certeza de que nuestras decisiones serán la mejor opción, de si va a pasar o no va a pasar, de si saldrá como creímos o acabaremos arrepintiéndonos de nuestras decisiones. Por que decidir implica un riesgo como todo, un saltar al vacío con los ojos cerrados sin paracaídas esperando que algo nos detenga en el trayecto o que aprendamos a volar mágicamente en lo que dura la caída, es más cuestión de fé, de sentimientos y de esperanza que de ciencia y lógica, porque al final si caemos y nos hacemos pedazos o si bien aprendemos a volar eternamente, lo importante es saber que la decisión por mas difícil que nos haya resultado tomarla, la tomamos nosotros, y lo hicimos pensando en que será mejor para nosotros mismos, en que nos hará algún bien, en que nos hará felices eventualmente, en que hicimos cuanto pudimos por tomar las mejores decisiones, y que pase lo que pase no nos arrepentimos de nada, ni de la primera ni de la última, y si nos arrepentimos, siempre podemos decidir hacer o no hacer algo al respecto.

El lienzo de nuestras vidas está pintado con trazos imborrables, es una trenza tejida de forma que no puede deshacerse un nudo una vez cerrado, solo nos queda pintar sobre lo ya pintado para cambiarlo, tejer sobre lo ya tejido para alterarlo, para que se convierta en algo mas, el algo diferente, en lo que soñamos de nosotros mismos, de nuestra pintura.


Y cuando hay que decidir entre quedarse o irse, a veces decidir decir adiós es más sano que decidir quedarse a sufrir, aunque duela más. De un modo u otro el sufrimiento no se volverá prescindible, pero tampoco será eterno. No puedes decidir lo que les corresponde decidir a los demás, y cuando los demás han hecho sus decisiones, no nos queda más que respirar y hacer las propias.